La solución está en el fondo

Recientemente, un periodista experto en temas de salud planteaba la pregunta de qué se podría hacer con relación a la aparición de problemas visuales derivados del confinamiento.

El primer paso, efectivo para evitar o al menos minimizar estas disfunciones, pasa por ir más allá de las típicas y conocidas recomendaciones posturales, ergonómicas o de iluminación o de recomendar acudir al especialista, el primer paso es ir al fondo de la cuestión: cambiar el modelo visual predominante.

Si partimos de restringir las disfunciones visuales no patológicas a la miopía, hipermetropía, astigmatismo, presbicia y estrabismos evidentes, difícilmente abordaremos el problema de manera eficiente. El modelo visual actual parte de entender la disfunción visual como la incapacidad de respuesta del sistema frente a las exigencias del medio. En este sentido tenemos dos asignaturas pendientes.

La primera es la visión de cerca

En un mundo en el que la visión a distancias cortas es claramente predominante desde la niñez, para la mayoría de los protocolos de examen la visión de cerca sólo existe cuando el examinado tiene más de 40 años.

Resultan curiosos los malabarismos ópticos que algunos profesionales de la visión, anclados en el modelo tradicional, ponen en práctica cuando una persona joven, emétrope y ortofórica de lejos, manifiesta molestias en visión próxima.

Como en su modelo visual, tal como afirma la autoridad de los clásicos, los problemas de cerca se restringen a las personas maduras, el plantear una adición de ayuda a una persona joven no entra en su estrategia. Con tal de buscar una solución capaz de explicar las ‘anormales’ molestias visuales de cerca del joven paciente, intentan añadir con calzador un cuarto de dioptría de astigmatismo o de hipermetropía, en algunos casos incluso de miopía (en muchos casos tensional) que no resuelve el problema sino que encima lo complica.

«El modelo visual actual parte de entender la disfunción visual como la incapacidad de respuesta del sistema frente a las exigencias del medio»

La segunda es la visión binocular

La segunda asignatura pendiente es la visión binocular. Como somos bípedos, a nadie se le ocurriría valorar nuestra forma de andar sólo observando como saltamos a la pata coja, sin embargo, en una parte importante de exámenes la valoración de la visión conjunta y coordinada de ambos ojos queda oculta tras un tupido velo.

La visión binocular, salvo estrabismos evidentes, no se suele mirar incluso a pesar de que la ausencia de los problemas visuales clásicos, en una persona que manifiesta molestias en visión próxima, tendría que llevar investigarla, simplemente por eliminación. A partir de aquí, ya no hablemos de valorar la convergencia acomodativa, la estereopsis o las reservas fusionales, aspectos aún más lejos de las órbitas de acción predominantes.

Cuestiones como la dominancia visual, los movimientos de fijación, seguimiento y sacádicos, suelen también obviarse en unas pruebas únicamente centradas en la evaluación de la agudeza visual monocular con y sin gafas, con el complemento de añadir la adición correspondiente, a partir de los 40 y pocos años, de acuerdo con las famosas tablas de Donders.

«La visión binocular, salvo estrabismos evidentes, no se suele mirar incluso a pesar de la ausencia de los problemas visuales clásicos»

Si el confinamiento ha sido una prueba de estrés para el sistema visual de muchos ciudadanos, la resolución de las disfunciones binoculares, consecuencia de este, representa una otra prueba de estrés para los profesionales de la visión que deben evaluarlas y solucionarlas.

Si atendemos a los motivos principales de queja durante y tras el confinamiento, comprobaremos como los reyes de la fiesta son los problemas de cerca, ligados a molestias en la actividad continuada frente a las pantallas, retrasos en los cambios de distancia de enfoque e incluso episodios más o menos puntuales de visión doble por la presencia de disfunciones binoculares, aunque sean en su manifestación menos aparatosa, esto es, en forma de dificultad en el arrastre de la convergencia asociada al proceso de enfoque por una baja amplitud acomodativa.

En cuanto a la pérdida visual de lejos, en forma de miopía leve o de incremento de esta, considerando la enorme presión visual de cerca durante el confinamiento, debe valorarse con prudencia, sin precipitar cambios de graduación demasiado rápidos. Por otra parte, una miopía leve de aparición reciente podría enmascarar un problema de acomodación.

«La pérdida visual de lejos, en forma de miopía leve, debe valorarse con prudencia sin precipitar cambios de graduación demasiado rápidos»

Estas pseudomiopías suelen ser inestables, manifestando valores distintos a lo largo del día y se caracterizan, entre otras cosas, porque la persona que las padece muestra un déficit acomodativo importante, agradeciendo una ayuda, en visión de cerca, en forma de lentes convergentes.

Lluís Bielsa
Lluís Bielsa es autor de diversos libros divulgativos. El más reciente ‘Vive tu Visión’

Un modelo visual que no contemple los problemas acomodativos y binoculares no superará la prueba de estrés con nota. La actividad intensa y extensa con pantallas ha puesto en evidencia que la visión de cerca es tan importante como la de lejos, a cualquier edad y en cualquier condición.

«Un modelo visual que no contemple los problemas acomodativos y binoculares no superará la prueba de estrés con nota»

En consecuencia, además de valorar la visión de lejos, el examen sistemático y universal de la visión próxima es la única manera de entender y afrontar las disfunciones visuales aparecidas con la intensidad, continuidad y normalización del teletrabajo, la teleformación o la teledistracción.

Reducir los problemas de visión a los tradicionales es como reducir la comprensión del universo a la mecánica newtoniana, sin duda útil y vigente pero incapaz de explicar por sí misma muchos de los fenómenos del universo.

Publicidad