Impulso vital

Está lloviendo. Esta tarde de agosto en el Pirineo ha empezado a llover a gusto. Han sido muchas semanas soportando olas de calor consecutivas, demasiado tiempo aplastados por un calor insoportable. Tumbado en la cama oigo el sonido de la lluvia sobre el tejado de pizarra, y por las ventanas abiertas me llega el frescor con aromas de tierra y hierba mojada. Me encanta. Me siento con ánimos para empezar a escribir esas líneas que le prometí a José hace tiempo.

La verdad es que no sé qué le voy a contar, imagino que espera que le explique mi visión del mundo de la óptica, quizás una visión crítica, quizás amable y divertida, no lo sé. He tenido un pronto egoísta y he pensado que podría aprovechar la ocasión para vender algo de mis creaciones (vender, vender) pero en definitiva lo mío siempre ha sido el diseño, y quizás lo más sensato será hablar un poco de mí y de ello.

No tengo idea de los motivos que me mueven a hacer ciertas cosas. Debe de haber un motivo poderoso, un impulso vital que me lleva a hacer lo que hago. Sin un motivo poderoso no es probable que lo hubiera hecho. Pienso que lo difícil es ser consciente, o mejor dicho coherente con mí mismo, con mi Yo interior y auténtico dejando de lado el ego.

El caso es que decidí estudiar Diseño Industrial después de ver un documental que echaron en la 2 a mediados de los 80. Era un documental donde se veía como trabajaba el diseñador finlandés Tapio Wirkkala. Aún retengo las imágenes en mis pupilas: había una pequeña cabaña de madera en Laponia, y aprovechando el deshielo en primavera, él observaba cómo el agua fluía entre el hielo y las rocas y se inspiraba para crear vasos y vajillas de cristal. Me quedé fascinado. Yo también quería ser un diseñador industrial.

Acabados los estudios me salió la posibilidad de trabajar en una empresa productora de gafas italiana. Fue la ocasión perfecta para desaparecer con mi Ford Fiesta y recorrer los 1.300 km que separan Barcelona de Rávena y, luego lo he sabido, de empezar a labrarme una profesión que dura hasta hoy.

“Pienso que lo difícil es ser consciente, o mejor dicho coherente con mí mismo, con mi Yo interior y auténtico dejando de lado el ego”

El hecho de meterme en el mundo de la óptica a través del diseño fue una decisión premeditada, nada visceral, pues pensé que, si cogía experiencia en gafas y si en un futuro las cosas se torcían, podría entrar a trabajar en la empresa óptica que dirigía mi padre, cosa que no ha sido necesario pues he podido vivir de ello.

Pasé un par de años intensos en Italia, de formación continuada. De esa época me viene a la memoria el Cadore nevado en invierno visitando a nuestros proveedores, ahí descubrí la polenta y el amaro; escuchaba a Lucio Dalla, Zucchero Fornaciari, Giovanotti; me viene también la imagen de Francesca, una morenaza italiana con su carácter decidido y alegre. Un buen día me plantaron un Mac en mi despacho para empezar a diseñar con ordenador. Hasta entonces dibujaba las gafas a mano: primero dibujaba una mitad del frente sobre papel vegetal, sacaba una fotocopia, luego juntaba las dos mitades dándole la vuelta al dibujo sobre papel vegetal para visualizar el frente completo (¡qué tiempos!…parezco un yayo).

Xavier Garcia-opinion-OM216-1

Después de mi iniciación italiana, General Óptica me encargó el diseño de una colección que hiciera escaparate; la fabricó Grasset, en Oyonnax, Francia, y a la hora de poner nombre a la colección los franceses sugirieron ponerle mi nombre, Xavier Garcia; aunque les advertí que Garcia era uno de los apellidos más vulgares en España insistieron porque decían que les sonaba muy bien. Se ve que en aquella época lo español estaba de moda, los tacones lejanos de Pedro Almodóvar resonaban por Paris, y había mucha creatividad en diseño y arquitectura a raíz de Barcelona’92. Grasset me propuso desarrollar mi colección con ellos, tenían una buena fábrica y estaban metidos en medio mundo, pero mi instinto declinó la oferta para dedicarme al diseño freelance. Si en vez de seguir a mi instinto hubiera razonado en términos de dinero y reconocimiento no sé cómo hubiera seguido mi historia (me encantaría tener acceso y poder visualizarla como en mundos paralelos, como en una peli de ciencia ficción) pero bueno, me lancé decididamente por las ferias Mido y Silmo ofreciendo mis servicios de diseño con mi book bajo el brazo.

Ya en el 2008, en los inicios de la crisis Lehman Brothers, decidí que había llegado el momento de dejar de diseñar para otros y producir mi propia colección de monturas. Así renació la colección Xavier Garcia. Han sido años intensos y tensos, pues una cosa es diseñar, crear, producir, y otra radicalmente opuesta, comercializar. A mí lo que más me gusta es trabajar los detalles de las monturas, afinar sus formas, mezclar materiales, buscar soluciones estructurales poco comunes, esculpir el acetato… y, sobre todo, pisar la fábrica, ver cómo funcionan las máquinas para entender sus límites y posibilidades, para acabar cogiendo en mis manos mis ideas hechas realidad. Comercializar, en cambio, para mí no tiene nada de glamour, me aburre, incluso me enerva. Otra cosa que también he sufrido es lo complicado que resulta la gestión del personal dentro de una empresa, temazo que daría para alguna telenovela, no sé si cómica precisamente.

“Comercializar, para mí no tiene nada de glamour, me aburre, incluso me enerva”

En fin, que llevo más de treinta años metido en el diseño de gafas. Pensaréis, joder, de dónde salen las ideas, si total son dos aros un puente y un par de varillas. Reconozco que el tema puede parecer monótono, y de hecho he pasado por épocas de desilusión. Sin ir más lejos, desde la pandemia, he ido bajando mi dedicación a la empresa (delegando, claro) para dedicarme a aprender a pintar al óleo y esculpir madera, he ido ganando tiempo para mi yo más hippie en detrimento de mi yo responsable y legal, hasta el punto de soñar despierto con la posibilidad de dejarlo todo para dedicarme a la pintura y escultura. Quizás suene bonito, pero la verdad es que en ciertos momentos he sufrido en forma de estrés e insomnio la lucha entre mis polaridades (gracias Jorge).

Pero igual que en las novelas policíacas los criminales siempre vuelven al lugar del crimen, y les cuesta alejarse del cadáver de la víctima, ahora he vuelto enfrascado en el desarrollo de una nueva colección que nada tiene que ver con Xavier Garcia. No os voy a explicar de qué va, pero me lo estoy pasando muy bien: se trata de un ejercicio de diseño libre, de una colección que no mira a las tendencias, no sigue un guión de marketing, y no hay exigencias de mercado. Es SAPIENS.

Desconozco si soy el criminal, quizás yo soy un cadáver y no lo sé.


Este artículo de opinión se publicó originalmente en la revista Optimoda correspondiente al segundo semestre 2023.

Optimoda 216 Segundo semestre 2023

Publicidad