Innovación clínica optométrica: oportunidad o amenaza

Como en la mayoría de las profesiones sanitarias, el óptico-optometrista, en la última década se ha visto envuelto por un crecimiento tecnológico, de digitalización e innovación, que en muchos casos puede haber llegado a ser asfixiante, e incluso desarrollar una sensación de amenaza por la posible pérdida del control de los avances científicos, técnicos, clínicos e incluso del desarrollo de negocio.

Esta sensación es normal cuando nos encontramos en el límite o ligeramente fuera del límite de confort de los mecanismos y acciones que realizamos de forma habitual o rutinaria en nuestro gabinete, en nuestro centro, en nuestra comunicación o en cualquier aspecto profesional, personal o social.

El desarrollo tecnológico en el campo de la instrumentación para la detección de alteraciones fisiológicas o funcionales de la visión ha conducido a poder disponer de equipos que tienen una altísima precisión en la medida de nuevos parámetros que antes ni conocíamos y que evidentemente no gestionábamos. Los desarrollos tecnológicos han puesto de moda plataformas multi-diagnóstico, que miden diferentes parámetros oculares de forma secuencial o simultánea, obteniendo la información clínica necesaria para poder realizar un diagnóstico diferencial de un determinado problema ocular o visual. Ejemplos de ello son los equipos que ofrecen paquetes de medición en salud ocular anterior y posterior de topografía, aberrometria, presión intraocular, espesor corneal, medición pupilar y retina (instrumentos como MYAH de TOPCON o el OPD-Scan III de Nidek, Visionix VX 650) que permiten determinar desde alteraciones en lágrima de pacientes con ojo seco a alteraciones retinianas; o de error refractivo donde miden de forma dinámica el estado refractivo determinando fluctuaciones que pueden significativas en la prescripción final del error refractivo en visión lejana y próxima (como el Eye Refract de Visionix); o de las capacidades y habilidades de la función visual determinando de forma objetiva forias, reservas fusionales, de binocularidad, acomodación, motilidad ocular y otras funciones visuales (como WIVI de e-Health), que permiten detectar disfunciones de binocularidad, acomodación o habilidades visuales lectoras. Toda esta instrumentación realiza en muy poco tiempo la evaluación de aspectos clínicos, que muchas veces sólo son examinados bajo el criterio clínico del profesional, perdiendo el potencial de tener monitorizados a la mayoría de nuestros pacientes en la detección de alteraciones visuales u oculares, limitando esta exploración a los pacientes sintomáticos o con signos clínicos muy evidentes.

Por otro lado, una de las grandes ventajas que oferta tener instrumentación de medición objetiva es tener instrumentación que ofrezca soluciones de tratamiento integrado a esos problemas detectados como es el caso de WIVI, que oferta paquetes de tratamiento a disfunciones binoculares no estrábicas bajo el uso de inteligencia artificial y la supervisión del especialista.

“Los avances tecnológicos permiten obtener información clínica de forma fiable”

A modo de resumen, los avances tecnológicos permiten obtener información clínica de forma fiable, repetitiva, con altísima precisión en tiempos mucho mas breves que con el examen clínico habitual. El objetivo para el profesional no es hacer más rápido y mejor los exámenes clínicos que la instrumentación, sino convertirse en un gestor de toda la información que obtiene con ellos para ser más eficiente en la detección, seguimiento y/o tratamiento, tanto de las alteraciones y disfunciones visuales como de las oculares de los pacientes.

Un segundo reto en esta década es la transformación digital, donde la digitalización de la información clínica abre nuevas puertas a los servicios sanitarios. Esto no sólo hace referencia a la transformación digital de la información que se almacenaba en papel, ni a la aparición de registros electrónicos de los resultados de pruebas clínicas, ni a la información digital que obtenemos con el software de la nueva instrumentación, sino que también incluye a toda la información global que se puede y debe gestionar de cada uno de nuestros pacientes. Aquí es importante destacar tres frentes diferentes como profesión sanitaria.

El primero, que es el más básico, es la situación tecnológica de nuestra sociedad. Es decir, tener en cuenta cuál es la situación actual y cuál será para 2025. En el informe de Estrategia de Salud Digital, del Sistema Nacional de Salud (Secretaría General de Salud Digital, 2021) se propone en sus ejes estratégicos que la España Digital para el 2025, desde el punto de vista de la población española, alcance entre otras metas el 100% de cobertura de población con acceso a internet de más de 100Mbps, 80% de personas con competencias digitales básicas o 50% de los servicios públicos disponibles vía apps. Aquí es donde las limitaciones llegan no por la tecnología, donde prácticamente toda la población tiene acceso a internet, sino por la adquisición de las competencias digitales básicas de la población general, en el uso de estas tecnologías.

Un segundo frente es la transformación digital del sector público, donde unos de sus desafíos principales es ampliar las bases de nuestro bienestar futuro, acelerando la digitalización del modelo productivo, impulsando la transformación sectorial con efectos estructurales, generando aplicaciones para todo el ecosistema bio sanitario: salud pública y epidemiología, práctica clínica, gestión sanitaria, universidades, centros de investigación y empresas del sector. Actualmente se están realizando muchas de estas medidas que podemos ver en nuestras tarjetas y aplicaciones en nuestros teléfonos inteligentes con toda la información sanitaria, donde por ejemplo se gestionan informes o las recetas electrónicas. Quedan aspectos como la Competencias Digitales, donde la capacitación de profesionales sanitarios debe seguir trabajando para poder conseguir los estándares mínimos de todos los colectivos sanitarios, entre los que estamos incluidos. Se están dedicando muchos medios económicos y humanos en poder conseguir estos objetivos, que poco a poco llegan a nuestras manos y que actualmente los usamos como una herramienta habitual (hemos dejado de pedir cita en el Centro de Atención Primaria para que el médico o la enfermera extienda una receta para un fármaco).

“Un reto es asumir los avances que nos proporcionan las actuales herramientas de gestión masiva de información”

Y el tercer frente es la transformación digital del sector privado, donde muchas empresas ya han realizado las actualizaciones pertinentes en la gestión empresarial y de producto, pero no siempre en la gestión integrada de la información clínica de los pacientes, que en un futuro podría pensarse en compartir información de forma bidireccional con las entidades públicas, de forma que permita una gestión global del paciente. Aquí es donde vuelve a aparecer un miedo o vértigo a perder el control del paciente, que el sector debe superar teniendo en cuenta que los datos clínicos, pertenecientes al paciente, gestionados a un nivel global puede permitir un mejor servicio sanitario al usuario. Evidentemente, desde el Sistema Nacional de Salud se trabaja en Ciberseguridad para evitar esos ataques y robos de información protegida, pero el miedo del Óptico Optometrista se centra más en perder al cliente que al paciente. Haciendo un análisis global del flujo de pacientes en estos modelos realmente favorece el tráfico hacia el sector privado desde el público y no al contrario. Otro tema totalmente distinto es como se gestiona la fidelización del paciente desde las entidades privadas.

La evolución de la Salud Digital en los últimos 5 años ha realizado un salto espectacular, con avances rotundos en la mejora de la atención sanitaria al usuario, quitando mucha presión asistencial a los centros públicos, pero aún queda pendiente el avance en la capacitación de las Competencias Digitales de nuestra profesión.

Un tercer reto es asumir los avances que nos proporcionan las actuales herramientas de gestión masiva de información, como es “big data”, “machine learning” o Inteligencia Artificial, desde una gestión global sanitaria para que el clínico pueda disponer de la información más actualizada en el tratamiento de ciertas patologías. Un ejemplo, un poco alejado de nuestra profesión, pero donde se han obtenido resultados espectaculares es en oncología, donde introduciendo la historia del paciente, resultados de análisis y pruebas de imagen, el sistema contrasta con enormes bases de datos y es capaz de priorizar el mejor tratamiento teniendo en cuenta toda esta información (quién, delante de una situación como esta, no quiere poder acceder al mejor tratamiento según sus características personales). En el área de la visión existen aplicaciones de algunos instrumentos clínicos donde utilizan estas herramientas para mejorar la capacidad diagnóstica (como es en el campo de análisis de imagen, principalmente de retina e imágenes de OCT) o en algunos casos en el tratamiento de disfunciones binoculares no estrábicas con el análisis de parámetros de motilidad ocular (como puede ser el caso de WIVI de e-Health).

Evidentemente, al inicio del uso de estas herramientas, suele inducir la aparición de diferentes sensaciones, desde incredulidad, a que realmente estas herramientas puedan gestionar la información para auto aprender y ofrecer mejores opciones en detección o tratamiento; pasando por el temor a ser sustituidos como profesionales por una máquina; a una fase final en la que se confía en los equipos y se convierten en infatigables asesores con constante actualización que arrojan la información más eficiente para la mejor gestión de los pacientes.

Estas herramientas sumadas a los resultados de una evolución tecnológica y digital conducen inexorablemente a cambios en la innovación clínica. Donde la parte más tangible y directa, es la mejora de la atención clínica con una mayor capacidad diagnóstica, mediante nueva instrumentación, con altísima precisión, menor tiempo de exploración y resultados más contrastados, que pueden ser gestionados de una forma integral y no como datos independientes, ofertando un servicio más competitivo y profesional. Pero también hay una significativa mejora en la capacidad de tratamiento, ya sea por la elección del tratamiento más adecuado o por el uso de instrumentación que integra todos estos aspectos y ofrece una alternativa integradora totalmente nueva y diferente para el profesional y el usuario final, el paciente (por ejemplo, actualmente se puede determinar la duración del tratamiento de ciertas de disfunciones binoculares no estrábicas en función de la severidad, con tratamientos totalmente personalizados, como es en el caso de WIVI).

Estos avances también obligan a hacer cambios en los protocolos clínicos de forma que permite optimizar el tiempo de dedicación al paciente. Y aquí, en este momento es cuando entra en juego la innovación en los modelos de negocio, donde se debe intentar ser más eficientes en la atención al paciente y, al mismo tiempo, mejorar las herramientas y procesos que permiten aumentar los resultados de negocio innovando en los servicios que se quieren ofrecer desde nuestros centros.

En conclusión, bajo mi humilde punto de vista, la constante evolución tecnológica y digital, en nuestro sector y en nuestra sociedad, permite la oportunidad de poder innovar en los servicios clínicos que queremos ofrecer y aprovechar para innovar en los modelos de negocio que estamos utilizando. Teniendo en cuenta los naturales miedos iniciales al constante cambio tecnológico es una elección personal permitir que la innovación clínica se convierta en amenaza o en una oportunidad. ¿Tú que piensas hacer?


Este artículo de opinión se publicó originalmente en la revista Optimoda correspondiente al segundo semestre 2023.

Optimoda 216 Segundo semestre 2023

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