
A veces, lo que más necesita una óptica, una empresa proveedora, un distribuidor, una delegación, una sucursal, etc., no es un colirio, sino una buena transfusión de ideas nuevas.
Durante años, el sector óptico ha funcionado como una especie de club privado. Muy profesional, muy respetable… pero con el cartel de “Sólo socios” en la puerta. Una formación bien reglada, canales de distribución de toda la vida, cultura de empresa familiar con su misa y su paella del domingo… Y claro, así es difícil que entre aire nuevo si no abrimos ni la ventana.
Pero sorpresa: el mundo cambia, la sociedad cambia, el arbitraje cambia, los valores se alteran, hasta los imbéciles se pueden hacer ricos, y el cambio también llega a nuestras queridas ópticas. Y a todo nuestro sector, y lo que es aún mejor, ¡están llegando refuerzos! Más chulos que el séptimo de caballería, profesionales que no saben lo que es una lente progresiva, un ojo seco (la baja visión, la confunden con la vista de algún árbitro de futbol) pero sí entienden de experiencia de cliente, branding emocional, transformación digital o gestión de equipos con más curvas que una lente esférica.
Y sí, se puede, que el camarero se convierta en gestor óptico.
Sí, puede que quien ahora gestiona tu óptica o es tu jefe de ventas, o gestiona tu marketing, antes trabajara en un hotel de cinco estrellas. O en un ecommerce. O en marketing de yogures o en una fábrica de preservativos de colores, ¿Y sabes qué? ¡Fantástico!
Porque esa persona no viene con prejuicios, pero sí con metodologías ágiles, obsesión por la experiencia de usuario y una visión de negocio afinada como un topógrafo con dioptrías.
Claro que esto no va de sustituir ópticos por influencers, ni mucho menos. La refracción no se aprende viendo vídeos en TikTok. Pero tener al lado a alguien que entiende de fidelización, métricas, o diseño sensorial, puede ser justo lo que tu gabinete necesitaba o tu empresa requería (aunque no lo supieras).
«El sector óptico se transforma con talento exterior: expertos en marketing, retail y experiencia de cliente aportan el aire nuevo que muchas ópticas necesitan»
No, pensar en rentabilidad no es traicionar la salud visual.
Una cosa es clara: lo sanitario y lo empresarial no son enemigos. Son ese matrimonio que discute, pero que en el fondo se quiere. Entender de negocio no te convierte en un “vendehumos”, igual que ser optometrista no te hace inmune al marketing cutre. Se puede ser riguroso y rentable, clínico y creativo. Abramos pues puertas… y ventanas.
El verdadero reto no es fichar talento externo (eso se hace con una oferta en LinkedIn y un buen café). El reto es escucharlo. Dejar que opine. Que plantee ideas absurdas que luego resultan geniales. Que nos saque de nuestra zona de confort (ese sitio tan acogedor, pero donde nada crece).
Romper inercias no es traicionar la tradición. Es asegurarse de que la tradición no se convierta en rutina. Porque si algo está claro, es que el cliente de hoy ya no se conforma con “unas gafas buenas”. Quiere una historia, una experiencia, una marca que diga algo más que su graduación.
Conclusión (o el intento de ella): El sector óptico necesita seguir mirando hacia dentro —con rigor, con pasión—, pero también necesita mirar hacia fuera, aunque sea con ayuda de un catalejo traído del retail. La innovación no cae del cielo: se construye mezclando visiones, talentos, y sí, a veces también metiendo a un ex consultor financiero en la sala de espera.
Y si el futuro da un poco de vértigo, será señal de que vamos por buen camino. Porque lo que de verdad da miedo es quedarse quieto… mientras el mundo te adelanta con monturas nuevas y lentes progresivas. Y que el progreso no acabe solo en las lentes.
Una perla para acabar con mi billete: las empresas que no abran las ventanas acabarán oliendo mal. No sé quién la acuñó, pero me gusta.
Este articulo de opinión se publicó originalmente en la revista Optimoda+ correspondiente al mes de mayo.