Mis lecciones de esta crisis

Hoy es viernes de una semana muy intensa en llamadas, correos, webinars, reuniones y decisiones. Me siento cansado y tengo la impresión como si desde el lunes hubiesen pasado, al menos, 11 días de 34 horas cada uno. Esto me resulta curioso, lo comento con otras personas y no tardo en constatar que mi observación resulta un punto de coincidencia.

Más allá del dolor de muchas familias y una enorme deuda que tardaremos años en poder devolver, si es que lo logramos algún día, ¿qué nos quedará de esta crisis? ¿Qué habremos aprendido una vez se levante el estado de alarma y vayamos recuperando, poco a poco, la normalidad, la “nueva normalidad” como dicen?

Todos tendremos algunas pistas y seguramente en alguna red social ya hemos visto listados de expertos, de menos expertos, de consultores, de enteradillos y de listillos, de optimistas, de humanistas, de autoayudistas, de catastrofistas y de apocalípticos. Así que, como no podía ser de otra manera, yo también me he hecho la mía, a modo de reflexión personal que, debo confesaros, me ha resultado un ejercicio muy útil para poner en orden algunas ideas tras ocho semanas de confinamiento:

Lección 1:

La ciencia es vital. Dicen que en nuestro país se vive más y mejor y que, también, en otros muchos aspectos somos un modelo a seguir. Tenemos la más extensa red de alta velocidad de Europa y la tercera mundial, por detrás de China y Turquía, somos referentes la implementación de energías renovables y sin hablar de nuestro envidiable Sol, de nuestras playas y nuestros paisajes, nos enorgullece ser el primer país del mundo en donación y trasplante de órganos, gracias a lo cual se salvan más de 5.000 vidas al año.

No obstante, no es menos cierto que llevamos más de una década aprobando recortes en sanidad cada vez que atisba por el horizonte la mínima señal de crisis, y hemos debilitado tanto nuestro sistema, del que antaño presumíamos de ser uno de los mejores del mundo, que lo hemos dejado desarmado para afrontar esta excepcional crisis sanitaria, poniendo en evidencia la insuficiencia de recursos y la escasez de personal de nuestro modelo sanitario.

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Por ello me pregunto ¿cuántas vidas cuesta un kilómetro de un AVE que lleva casi dos meses operando al 30% y con vagones vacíos? ¿Es para sacar pecho que nuestros flamantes trenes supe rápidos viajen vacíos mientras no disponemos de suficientes camas en los hospitales ni personal para atendernos?

Lección 2:

Somos el peor enemigo de nuestro planeta. La naturaleza revive por nuestra ausencia y es un puro espectáculo constatar, desde mi salón, como vuelve a ser posible la observación de ballenas en el Mediterráneo, descubrir que las aguas de la laguna de Venecia son cristalinas, leer que se ha acelerado el cierre del agujero de la capa de ozono sobre el Antártico, que las aves migratorias vuelven a lugares de los que el hombre las había expulsado, que todos los indicadores de polución están bajando y, además, las abejas revolotean de nuevo en mis plantas!!!

Lección 3:

Más de la mitad del trabajo se puede realizar desde casa y me resulta muy revelador cuando ejecuto un ejercicio, a modo de resumen, sobre todo realizado y me sorprendo a mí mismo. Estoy convencido de que si tuviese indicadores de productividad estos se verían disparados.

Lección 4:

El comercio es vida. La ciudad en la que vivo me ha parecido siempre un lugar lleno de vida, de luz, de movimiento, un lugar dinámico y atractivo que me ha hecho sentirme bien en cada ocasión en la que he paseado por sus calles, ahora vacías.

Al vacío de gente por el confinamiento, se añade la ausencia de comercio y me doy cuenta de que el comercio es un elemento esencial en la vitalidad de la ciudad, de su dinamismo, de su atractivo y de la calidad de vida que todos deseamos.

Lección 5:

Debemos aprender de nuestros errores. Todos cometemos errores, es natural, forma parte de nuestro proceso de aprendizaje y resulta un verdadero estímulo para la superación. No pretendo quitar importancia al hecho de errar ya que en algunos casos las malas decisiones nos condicionaran mucho el futuro hasta llegar a bloquear la realización de nuevos proyectos.

Ahora bien, los errores cometidos pueden observarse desde el tormento y la inculpación o, por el contrario, con una mirada constructiva, reconociéndolos y aceptándolos. Este segundo enfoque, a mi entender, es el acertado siempre y cuando podamos identificarlos y analizarlos de una forma objetiva y sincera, sin autoengaños ni excusas, como base para la reconstrucción.

Lección 6:

Se están reescribiendo las reglas del juego. Sabemos que nuestro sistema peca de muchos males y que, en muchos campos, como cigarras, nos hemos acostumbrado a trabajar para el corto plazo. En este momento, nuestra sanidad, nuestra educación, nuestra economía y nuestra sociedad, de manera más completa, necesitan decisiones valientes y, también, ayudas del Estado.

Para ello, España deberá endeudarse mucho y comprometer el futuro de las próximas generaciones. Por ello, resulta primordial que las decisiones que se tomen y la distribución de las ayudas tengan en cuenta su impacto en la España de las próximas décadas, más allá de si en esta región u en la otra gobierna mi partido o no y de si esta decisión me costará más o menos votos.

Lección 7:

Caminante no hay camino, se hace camino al andar. Tenemos, los humanos, una gran capacidad para olvidar y pasar página y ello, sin entrar en debates éticos ni filosóficos, personalmente no me parece ni bien ni mal. Simplemente, me cuestiono sobre como salió la humanidad de anteriores situaciones similares a esta y me doy cuenta de que no poseemos ni planes ni protocolos y que, finalmente, empleamos el método heurístico probando una alternativa y verificando si funciona o, por el contrario, el resultado nos da error.

Así nos encontramos con multiplicidad de enfoques para solucionar esta crisis, que van desde la negación o minimización del hecho, la opacidad y el engaño con ritmo de samba, hasta la aplicación de nuevas tecnologías y la responsabilidad de la sociedad entera en países como Corea. El tiempo nos dirá que solución resultó más efectiva.

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Lección 8:

Somos animales sociales y necesitamos relacionarnos. Este hecho, estudiado a lo largo de los siglos por multitud de filósofos y pensadores, nos ha sido revelado como una de las grandes pérdidas sufridas durante el confinamiento. Reconozco que, al inicio, como a muchos otros, una pausa y el repliegue en mí mismo y mi familia me resultaba una idea atractiva, aunque, como todos, no tardé demasiado en descubrir como echaba de menos socializar.

Afortunadamente, la tecnología nos ha permitido hacer deporte, aprender idiomas, emular las recetas de los más reputados chefs y, sobre todo, mantener nuestros vínculos con familia, amigos, compañeros… y a hacer cosas, tan improbables antes, como bailar con los vecinos desde nuestros balcones y ventanas, escuchar y aplaudir al del cuarto tocando el piano y a asistir a una verdadera cadena de solidaridad y sincera humanidad. Acabaré creyendo que no solo nos necesitamos, sino que, a pesar de todo, nos amamos.

Lección 9:

Debemos decidir en qué sociedad queremos vivir. Acabo con Harari, porque siempre lo cito, porque es una fuente inagotable de inspiración y porque también él se ha prestado al ejercicio de listar sus ideas. Entre otras cosas, advierte que, al elegir entre alternativas, hay que preguntarse no sólo cómo superar la amenaza inmediata, sino también qué clase de mundo queremos habitar una vez pasada la tormenta.

Es decir que con nuestras acciones estamos decidiendo entre unir a la humanidad, contra pandemias globales, por ejemplo, trabajando juntos y cooperando, basándonos en la confianza, o el egoísmo de cerrarnos en nosotros mismos, en lo individual frente a lo global, en la desconfianza frente a la cooperación.

Harari lo llama aislamiento vs solidaridad, una elección que los que conocemos el mundo de las centrales de compra y servicios no nos resulta ajena.

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