El ocaso de la globalización

El evidente desgaste de la globalización económica en coincidencia con la pandemia Covid-19, debería poder facilitar la rendustrialización del sector óptico en nuestro país.

La amplia crisis provocada por la pandemia, contribuirá a impulsar hacia su ocaso al cada vez más desacreditado sistema económico resultante de la globalización. Nadie parece desearlo, sin embargo el nacionalismo económico liberal avanza en el mundo. Posiblemente como reacción y en oposición a los resultados negativos de esa globalización. Como consecuencia, podríamos asistir a un renacimiento industrial en nuestro país. Y en nuestro sector.

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Estamos inmersos en la crisis provocada por la Covid-19. Dada su dimensión profunda y universal todos evidentemente la estamos sufriendo. Entiendo que es un momento adecuado para hacer alguna reflexión de futuro.

«esta crisis puede ser el momento adecuado para lograr un modelo industrial diferente»

Históricamente las crisis significan también oportunidades para lograr cambios positivos sobre la situación anterior. La mayoría de los cambios de ciclo, buenos o malos, ya sean económicos, sociales o políticos, son sobrevenidos. Pero también muchos que finalmente resultan positivos pueden y deben ser planteados, propiciados y trabajados por nuestras acciones. Sean de gobiernos, instituciones, colectivos o personales.

Entiendo que esta crisis en la que nos vemos envueltos, puede ser el momento adecuado para lograr un modelo industrial diferente y mejor al actual en nuestro país. Un cambio de paradigma. Estamos ante un momento adecuado para la reindustrialización del sector óptico. El modelo de la globalización salvaje parece estar agotado.

La globalización

La globalización de los veinte últimos años del siglo pasado tuvo como consecuencia para España una deslocalización industrial acelerada. Lo cual tuvo ventajas evidentes: ampliación de la oferta y la demanda, aumento de la competitividad, mejoras en la comercialización y la logística, etc. Sin embargo también tuvo consecuencias indeseadas, seguramente en primer lugar la destrucción de una gran parte de nuestro tejido productivo.

«Estamos ante un momento adecuado para la reindustrialización del sector óptico»

Las empresas de óptica, como la de muchos otros sectores, se creyeron obligadas al traslado de fábricas y talleres en busca de precios que facilitaran luchar con las importaciones. Con resultados que nos permitiera competir con lo que venía de fuera. En aquellos momentos y a corto plazo parecía tal vez la única alternativa.

El objetivo principal y fundamental de los directivos de las empresas fue producir consiguiendo obsesivamente el menor coste posible. El resultado fue una carrera para fabricar fuera de nuestras fronteras. La solución era deslocalizar como se decía eufemísticamente. Trajo inevitablemente una huida rápida de las producciones de todo tipo de artículos a talleres situados en extremo oriente. Este hecho ha sido especialmente cierto en el sector de la óptica. Por mucho que se maquille, el gran perjudicado fue el tejido laboral que se deshizo. Los puestos de trabajo que se perdieron.

Hasta el inicio e implantación de la globalización económica, nuestro país competía industrialmente en Europa en lentes oftálmicas solo detrás de Francia y Alemania. En gafas éramos el tercer o cuarto productor del continente. Aunque el fenómeno de la desindustrialización ha sido general en todos los países europeos, en España lo ha sido especialmente. Posiblemente porque a sus directivos les faltaba experiencia internacional.

Trasladar la producción al lejano oriente tiene una fase inicial, como queda dicho, de mejora de costes ganando así en competitividad. China se ha mostrado como el gran taller del mundo. Durante estos años pasados el mercado ha presionado en exceso a muchas empresas europeas y americanas para trasladar producción hacia países con menores costes laborales, inferior presión sindical o leyes medioambientales más laxas.

«LA COVID-19 NOS HA ENSEÑADO A GOLPES QUE EN MOMENTOS DE CRISIS LA SEGURIDAD DE SUMINISTROS NO EXISTE»

Las industrias orientales que creímos en su momento que eran nuestros talleres baratos, han adquirido hoy tecnología, investigación y fabricación propia eficiente. Ya no necesitan tecnológicamente a Europa ni a América. En definitiva, sin ser conscientes de ello hemos incubado los huevos de la serpiente.

A cambio y como consecuencia de todo esto, en España hemos perdido junto a la mayoría del tejido productivo, industrias auxiliares, puestos de trabajo, experiencia laboral y know-how.

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Sin embargo con el paso de los años, la deslocalización ha agotado el modelo, ya no es posible bajar más los precios, los talleres que trabajaban por pocos yuanes para las empresas de óptica europeas aprenden tecnología y mercadotecnia y se convierten en competidores a gran escala.

La actual pandemia de la Covid-19 nos ha enseñado a golpes que con la fabricación industrial centrifugada, en momentos de crisis la seguridad de suministros no existe. Las mascarillas o respiradores son solo unos ejemplos de consecuencias conocidas.

La necesaria reindustrialización

Hasta hace poco las empresas occidentales considerábamos que dominando la comercialización, la logística y el desarrollo del producto ( I+D+i ), era indiferente donde se fabricara siempre que fuera al menor coste.

Hoy este axioma está en duda. La actual crisis pone en evidencia la inseguridad del suministro y lo que es también grave, de los precios. Se han dado casos de subastas mundiales para determinados productos de urgente y primerísima necesidad. Es evidente que crecerá el número de cadenas de suministros a escala local que favorezca la resiliencia frente a la eficacia económica.

Entiendo que estamos ante un cambio de paradigma. Cuando la normalidad vuelva a serlo y la adjetivada como nueva pase a la historia, la economía estará afectada por profundas diferencias. Algunas ya están aquí, como el teletrabajo que traerá como consecuencia mejoras en el trasporte urbano, disminución de la necesidad de suelo para oficinas, conciliación familiar, etc.

Según los expertos se está dando ya una revaloración del papel del Estado y un repliegue de la globalización. Las cadenas de abastecimientos en occidente tenderán a las repatriaciones de las fabricaciones sobre la base de asegurar los productos así como fomentar los empleos y la seguridad nacional.

Las políticas derivadas del América First de Trump y sus seguidores en otros países (Johnson, Bolsonaro…), no hacen sino ir en esa dirección.

El único problema visible de este camino, el del deterioro de la globalización es que como dice Antonio Brufau de Repsol “puede que tras la crisis asistamos a la paradoja de una sociedad civil más tecnológica y digital y al mismo tiempo con fuertes tendencias localistas o incluso ultranacionalistas.”

Lo que se desprende de todo lo anterior es que en España y en toda Europa hay que reubicar procesos clave en el propio territorio. Ser más autosuficientes. Las políticas del Estado deben ir dirigidas a la raíz del problema, la reindustrialización basada en la robotización, la informática y el I+D+i. Sin olvidar en ningún caso la creación de empleo y la justicia social.

«En 30 años hemos pasado de ser importantes exportadores de monturas y gafas de sol a ser un país de meros distribuidores»

En España tenemos ejemplos. Durante la globalización, en el sector de lentes oftálmicas, dos empresas industriales de nuestro país emprendieron caminos estratégicos diferentes para atajar el problema de los costes ante la competencia internacional.

Una de ellas, la que tenía más cota de mercado, apostó por la deslocalización y fabricar en terceros países. Seguro que no solo por esta decisión, pero es más que posible que contribuyese a que hoy esté posicionada en un ranking inferior.

Otra empresa, Industrias Prats, menciono su nombre como elogio, tuvo la visión estratégica de fabricar dentro de las fronteras, apostando por lo que hoy se empieza a vislumbrar como lo deseable: I+D+i potente y fabricación robotizada basada en programación informática con software propio. Este camino les ha llevado a una autosuficiencia y estabilidad empresarial envidiable en estos tiempos convulsos.

expositor gafas sol
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En el producto monturas y gafas de sol, la dependencia exterior es hoy casi total. En España prácticamente no existe fabricación, en 30 años hemos pasado de ser importantes exportadores a ser un país de meros distribuidores de productos y marcas.

Así como las lentes oftálmicas son producto sanitario donde prima la salud visual y la tecnología, las monturas y sobre todo la gafa de sol son básicamente moda y por tanto sujetos a otros parámetros más volátiles.

En este caso la globalización ha significado producciones de grandes volúmenes en extremo oriente con distribución mundial y cambios continuos de modelaje. La misma gafa se puede encontrar en el mismo momento en Madrid, Hong Kong o Vancouver. Lo más parecido es Zara o H&M en el textil.

La solución no pasa por intentar fabricar aquí producto similar, compitiendo en costes con países con regímenes políticos y sociales diferentes. Fracasaríamos inevitablemente. No es posible competir en la industria masificada. Debemos huir de este esquema y avanzar hacia la fabricación local de gafas de alta gama. Otra vía puede ser apostar por la individualización del producto final basado en la anatomía del usuario. Estamos hablando por tanto de captura de imágenes faciales, parametrización digital e impresión 3D.

Reflexiones finales

No pretendo sugerir los caminos técnicos de la reindustrialización porque no es mi campo de conocimiento, pero sí creo que se deben explorar. Las instituciones y los gobiernos tienen por supuesto la obligación de facilitar, impulsar y pavimentar esos caminos. Deben crear las condiciones adecuadas para que la iniciativa privada se ponga en marcha. Y si tiene éxito, conseguir seguridad de oferta, dominio del producto, posibilidad de exportación y por supuesto beneficios empresariales. Y lo que es muy importante, creación de puestos de trabajo.

Como decía al inicio, la crisis actual puede ser el momento para comenzar la senda de la reindustrialización y no ser tan dependientes del globalismo económico y sus reglas casi siempre poco enfocadas hacia el bienestar del ser humano.

No es fácil, pero me gustaría que lo aquí dicho pueda ser cierto.

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