José Martín - Director de Optimoda
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Que comprar un producto/artículo/servicio caro pueda resultarnos cruel, pues vale.

Que adquirir un producto/artículo/servicio caro y malo pueda resultarnos perverso, pues vale.

Que adquirir un producto/artículo/servicio, caro, malo y servido a destiempo pueda resultarnos maligno, pues vale.

Que comprar, adquirir, alquilar un producto/artículo/servicio, caro, malo, servido a destiempo y por una persona mal educada pueda resultarnos execrable, pues vale.
Así que lo prudente es no comprar productos/artículos/servicios tóxicos con ratios de calidad/precio/servicio fuera de toda lógica.

Pero… ¡por Dios!, por todos los Santos, despreciar, desestimar, menospreciar, rechazar un producto/artículo/servicio por su origen, por su lugar de fabricación, comercialización o por la ciudad donde reside el domicilio social de una empresa, es ser, perdón, tonto de baba.

“Tonto de baba” se define al que no controla la expulsión de baba y que acostumbra a derramarla por la comisura de los labios. Además de disfrutar de un retraso mental de considerable graduación (mayor que el del cava), no es consciente de su voluminosa idiotez. ¡Caray!.

La primera vez que oí semejante palabreja fue a un hombre de futbol. El inolvidable Luis Aragonés la repetía con cierta frecuencia.

“Tonto de baba” se define al que no controla la expulsión de baba y que acostumbra a derramarla por la comisura de los labios.

Antes había leído en algún clásico, un remedo de la frase “Tonto laba” o tonto del haba, es decir el clásico tonto que encuentra el haba en el roscón de Reyes.

Pues sí, resulta pérfido confirmar que esta especie que parecía en retirada, vuelva al calor de unos asuntos que nada tienen que ver con la lógica eficiencia en la gestión de compras.
Por este camino en lugar de comprar buenos productos de inmejorable relación calidad/precio/servicio, los tontos de baba acabarán comprando solo a los de su pueblo, o a los de su misma religión o a los de su mismo color de piel o a los de su mismo ideario político.

Los comentarios que me trasladaron diversos agentes económicos y empresariales en la última edición de Mido me confirman que los tontos de baba atacan de nuevo y ocupan plaza… ¡Lástima!

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