François Van den Abeele, fundador de SEA2SEE

“El usuario, con nuestro producto, está contribuyendo a limpiar el mar”

En su trayectoria vital el mar siempre ha jugado un papel muy importante. Preocupado por el plástico que se lanza y que ensucia todo el ecosistema marino, Van Den Abeele llegó a la conclusión de que se trataba de un residuo que se podía reutilizar para fabricar gafas.

¿Qué destacaría de su trayectoria profesional anterior a este proyecto?

Estuve ligado al mundo marino porque era bróker especializado en barcos. Posteriormente creé una productora y trabajé como periodista durante muchos años, principalmente en países en vías de desarrollo.

¿De qué forma se gestó un proyecto tan especial como sea2see?

Este proyecto nació el año 2016 a partir de mi pasión por el mar y de mi implicación en una aplicación de pago en África destinada a ayudar a los más necesitados que están apartados del sistema financiero.

Una experiencia que me llevó a la conclusión de que quería desarrollar una actividad que tuviera un impacto benéfico sobre la sociedad. Y dada mi afición al mar empecé a pensar en la problemática del plástico marino.

Comencé a interesarme más por el asunto hasta concluir que el plástico marino representa mucha materia prima. ¿Qué se podría hacer con ella? Y empecé a investigar, aprendiendo que el plástico marino es muy costoso de recoger y que está muy mezclado, sin olvidar que pierde muchas de sus propiedades por lo que su reutilización es complicada.


Supongo que se pondría en contacto con organismos oficiales y otros agentes implicados en el reciclaje

Sí, quería saber qué se podía hacer para que este plástico no acabase en el mar, así que contacté con la Generalitat catalana y con recicladores. De esta forma di con una empresa catalana de reciclaje con la que sigo trabajando y empezamos a emplazar contenedores en diferentes puertos de mar para que los pescadores dejasen allí el plástico que recogen en sus redes o el que generan ellos mismos. En buena medida porque los pescadores hacen un trabajo positivo y este proyecto es cada vez más popular.

¿De cuántos contenedores disponen en estos momentos?

Trabajamos con entre 100 y 150 contenedores en España, y estamos ampliando la red a otras zonas de España, Francia y África. Un objetivo sería incrementar esta actividad con zonas en vías de desarrollo, como Senegal o Malasia, incentivando y educando a los pescadores a no tirar nada al agua.

En Catalunya hemos firmado un protocolo con la Generalitat a través de la Agencia Catalana del Reciclaje para organizar mejor esta labor, aunque no tenemos subsidios. La recogida se lleva a cabo varias veces al mes. No es fácil y no tenemos ayudas, lo que puede complicar nuestra tarea.

¿Qué hacen con este plástico que recogen, cómo continúa el proceso?

En un almacén que tenemos en la provincia de Girona se desarrolla una labor muy importante que es la selección, la separación de estos residuos, que se hace manualmente, ya que es la clave para que el plástico recogido se pueda reutilizar. Y, una vez seleccionado, reciclamos este plástico para luego enviarlo a Italia donde las gafas esta hechas 100% y pintadas a mano. Concretamente en dos zonas distintas: en el Véneto y cerca de Milán. Yo les proporciono los diseños que quiero, les proveo con las lentes; en definitiva, configuro la colección y ellos la llevan a cabo.

Tortuga red
Tortuga marina cautiva en una red de pesca abandonada

¿Cuál es el nivel de producción en estos momentos?

La previsión para 2018 está entre 20.000 y 30.000 gafas. Hay que tener en cuenta que este primer año nos ha servido sobre todo para comprender la materia prima con la que estamos trabajando, porque no es lo mismo un material más convencional que este que es reciclado y que hay que testear en el laboratorio.

Por tanto, hemos mejorado mucho el proceso de fabricación a lo largo de este tiempo, y ahora ofrecemos tanto monturas de vista como de sol que no se diferencian de las del resto de marcas en los lineales de las ópticas.

¿Cómo se ha financiado este proyecto?

No he recibido ninguna ayuda, todo surgió a partir de un crowdfunding  que organizamos con Kickstarter, lo que me permitió obtener el dinero para impulsar el proyecto y desarrollar la primera colección.

Muchos pensaron que estaba loco, que este proyecto no era factible y se me cerraron muchas puertas. Así que fui a Mido y entré en contacto con diferentes fabricantes hasta que encontré uno, cuyo nombre prefiero no revelar pero que cuenta con marcas muy importantes, al que le gustó mi historia.

Así que llevé 20 kilogramos de plástico reciclado y empezaron a trabajar. Unos meses después tenían 30 monturas de sol, que pusieron de relieve que el proyecto era factible.

¿Y cómo comenzó la distribución del producto?

Gracias al éxito del crowdfunding empezamos a aparecer modestamente en los medios, me comenzaron a contactar algunos distribuidores del Norte de Europa, Bélgica y Holanda concretamente, países en los que la sostenibilidad, el reciclaje, son términos que ya poseen un largo recorrido. De esta forma comenzamos a entrar en los establecimientos de óptica, lo que otorgó credibilidad al producto.

Y supongo que pronto se adhirieron más mercados. Sí, también entramos en Francia y ahora vamos a pisar fuerte en España, ya que hemos creado una red de agentes para empezar a vender a partir de enero la nueva colección.

¿En cuántos mercados está presente la marca?

En Bélgica, Holanda, Francia, España, Reino Unido; tenemos ya las primeras tiendas en Caribe, Estados Unidos, Canadá y, dentro de poco, en Australia, donde trabajaremos con 400 tiendas especializadas en aventura y outdoor gracias a un distribuidor muy importante.

¿Por qué eligió mejorar el mundo a través de gafas y no de otro producto?

Es cierto que podría haberlo hecho con cualquier otro producto, pero escogí las gafas por una sencilla razón: porque las llevamos en la cara, todo el mundo puede verlas, es un mensaje muy obvio. Vivimos en una sociedad que se mueve por las redes sociales, que son básicamente una exaltación del ego donde recibir un “me gusta” es lo más importante.

Es triste, pero es así. Pero me llevó a pensar que se le podía encontrar una consecuencia positiva a este hecho: si cuelgas una foto con nuestras gafas estas enviando un mensaje positivo, de persona que protege el mar, el medio ambiente. Estás gastando dinero por una buena causa, es una compra feliz. Siempre digo: las gafas sostenibles no cambiaran el mundo, ¡las personas que las llevan si!

Un pequeño paso para un cambio social, ¿no?

Claro, porque queremos tener una función, un rol que jugar dentro de esta sociedad de consumo. Y al usuario le has de proponer cosas nuevas para que consuma de otra forma. Hay que facilitarle el trabajo. Y ese es mi objetivo como emprendedor, conseguir que al elegir una gafa el consumidor se quede con mi marca que tiene un mensaje, una historia positiva detrás. Porque el usuario, con nuestro producto, está contribuyendo a limpiar el mar. Se convierte de esta forma en un embajador, ya que emite una onda positiva con la que puede afirmar “yo consumo de otra forma, me importa el medio ambiente y cuido del planeta”. Es una forma de mejorar las cosas.

También llevamos a cabo limpiezas en playas. Son actos pequeños con los que queremos crear conciencia. Aunque he de subrayar que tampoco somos una ONG, pero sí un negocio con una finalidad positiva.

¿Cuál es el posicionamiento del producto?

Uno de los problemas que observo es que cuando hablamos de sostenibilidad, sea en el ámbito que sea, se trata de productos caros. Por eso mi política es diferente: dado que en el universo óptico los márgenes son bastante amplios, personalmente he optado por disminuirlos para vender mejor el producto. Mi gama de precios está entre 80 y 105 euros de cara al consumidor final. Y quiero mantenerme en esta horquilla para que el precio no constituya un problema. Porque si queremos que se produzca un cambio en la sociedad hay que producir en masa productos reciclados y venderlos a un precio asequible para que tu producto entre en el máximo número de hogares posible.

El óptico es un prescriptor importantísimo. ¿De qué forma lleva a cabo su colaboración con él?

Muy buena y les encanta asociarse y representar nuestra marca, es una manera de demostrar una consciencia medio ambiental añadida. El óptico independiente cuida mucho el producto, lo posiciona de otra forma. El producto no se vende sin un material publicitario que quiere impactar a la gente sobre la problemática que denunciamos, por lo que he optado por mostrar una playas sucias, por ejemplo. También es una forma de diferenciarnos y conseguir que haya más variedad en el escaparate del establecimiento.

Considero que si el óptico explica la historia de la marca va a conseguir venderla bien, porque su mensaje es positivo y llega al consumidor.

¿Trabajan también con otros modelos, como franquicias y cadenas?

En el Norte de Europa tenemos buena acogida también en las franquicias, a ellos también les preocupan nuestros valores. ¡En España esperemos que sea igual!

También estamos en redes sociales, y queremos contactar con influencers y marcas siempre y cuando compartan nuestros valores. Ya cuento con marcas que nos quieren para desarrollarles la línea de gafas en países como Francia o Reino Unido, y también me interesaría en España.

Hablando de la red, ¿cómo está funcionando el e-commerce de la marca?

Disponemos de una plataforma que ha empezado a funcionar bastante bien gracias a la cobertura mediática que hemos tenido, ya que por el momento apenas si hemos podido hacer inversión. Con todo nuestro posicionamiento en Google es muy bueno, ya que somos la primera o segunda entrada en gafas sostenibles, recicladas. Por tanto es un canal en el que queremos incrementar nuestras ventas dándole al usuario todas las facilidades.

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